lunes, 24 de diciembre de 2012




Unas palabras sobre la autoridad



Por: Lucía Magnin

Los museos son lugares que imparten respeto. Los guías de museo, por lo tanto, somos (¿o deberíamos ser?) serios y eficaces voceros de la verdad científica más absoluta. En nuestra labor cotidiana reproducimos las complejas relaciones de poder  que están establecidas, son usadas y funcionales a la estructuración de la realidad material. Sin embargo, también somos testigos de pequeñas rupturas, desarreglos e insurrecciones.

Recuerdo una anécdota que sucedió hace unos años...“Mi madrina me dijo que los dinosaurios todavía existen en un lugar, ahí en una montaña” sentenció un niño de jardín de cinco años. La palabra de su madrina es, a esta edad, un hecho irrefutable, una VERDAD con mayúsculas. Imposible continuar en esta visita con el objetivo de fijar el concepto de no-coexistencia en el planeta tierra entre el hombre y los dinosaurios. Cada vez que intentaba retomar ese tema, para procurar contribuir a clarificar un poco lo que las películas como “Jurassic Park”, “Una noche en el museo” o “Godzilla”  graban a fuego en la memoria de todo niño de los tiempos de Hollywood…este niño alzaba su vocecita imponiendo su verdad más verdadera…aquello que le había enseñado su madrina. Una mirada entre la desconcertada guía y la docente que acompañaba al grupo, y quedó implícito que la batalla estaba perdida. Nadie puede contra la autoridad de una Madrina.

En su momento me resultó molesto que esa personita, al hablar de ese modo, cuestione mi autoridad, distraiga al resto del grupo y a la vez mantenga tenazmente su postura desde su escasa estatura y con tanta firmeza. Inmediatamente me puse en el lugar de su madrina. Qué orgullosa se sentiría de conocer lo que pasó. Decidí no insistir en corregir el "error" de conceptos y continué mi recorrido por las salas pensando que ya habrán otras visitas o espacios en la escuela donde podrán "enmendarlo". Pensé que por suerte, en el futuro, estos niños de jardín volverán repetidas veces al Museo, y entonces, con suerte, podremos seguir trabajando sobre estos conocimientos que a cierta edad, y en ciertas circunstancias tienen un status de “palabra santa” que ningún guía del Museo de La Plata con alma se atrevería a contradecir.

Viendo este hecho a la distancia, reconozco más allá de una anécdota simpática, un evento que concretamente desmorona la idea de Museos estáticos, depositarios de objetos, portadores de la verdad y detentores de la autoridad. Un solo comentario inocente, proveniente de otra fuente de conocimiento y filtrado a través de las propias estructuras cognitivas logró neutralizar al gigante, con una pedrada eficaz.

¿Existe un solo modo de conocer? ¿Es ese modo más válido que el de los demás? ¿O es el modo dominante, establecido históricamente a través de un método concreto, sistemático? ¿Acaso no es necesaria una imaginación libre, fértil para generar hipótesis científicas que luego serán contrastadas con los datos? ¿Qué pasa si dejamos de cuestionarnos lo que es verdadero y lo que no? ¿Si creemos ciegamente lo que la autoridad del momento nos impone? ¿Es necesario dejar en claro quién gana en la disputa de la razón, o es más bien un ejercicio sumamente enriquecedor que surjan otras explicaciones posibles, que hablen otras voces, que permitan debatir el por qué sí y por qué no tomar una postura concreta respecto a un tema?

En mi opinión, la capacidad de contestar respetuosamente, de poner en duda, de considerar otras opciones es un rasgo de inteligencia y de libertad que indica un ámbito favorable para el cambio; lo contrario un estancamiento del pensamiento y de las oportunidades. Si no hay cuestionamiento, todo se repite de memoria, nada se relaciona con nada, no se escuchan otras voces, entonces ahí si, como se dijo en otra reflexión emplumada anterior, podemos decir que vamos hacia un museo aburrido, apolítico, un edificio, un depósito de objetos.
Cuando andando por los pasillos y salas del museo veo un enano desafiando a un gigante, cuando la inocencia le gana a la autoridad científica, entonces siento que vamos por buen camino.  










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