Unas palabras sobre la autoridad
Por: Lucía Magnin
Los museos son
lugares que imparten respeto. Los guías de museo, por lo tanto, somos (¿o
deberíamos ser?) serios y eficaces voceros de la verdad científica más
absoluta. En nuestra labor cotidiana reproducimos las complejas relaciones de
poder que están establecidas, son usadas
y funcionales a la estructuración de la realidad material. Sin embargo, también
somos testigos de pequeñas rupturas, desarreglos e insurrecciones.
Recuerdo una
anécdota que sucedió hace unos años...“Mi madrina me dijo que los dinosaurios
todavía existen en un lugar, ahí en una montaña” sentenció un niño de jardín de
cinco años. La palabra de su madrina es, a esta edad, un hecho irrefutable, una
VERDAD con mayúsculas. Imposible continuar en esta visita con el objetivo de fijar el concepto
de no-coexistencia en el planeta tierra entre el hombre y los dinosaurios. Cada
vez que intentaba retomar ese tema, para procurar contribuir a clarificar un
poco lo que las películas como “Jurassic Park”, “Una noche en el museo” o
“Godzilla” graban a fuego en la memoria
de todo niño de los tiempos de Hollywood…este niño alzaba su vocecita
imponiendo su verdad más verdadera…aquello que le había enseñado su madrina.
Una mirada entre la desconcertada guía y la docente que acompañaba al grupo, y
quedó implícito que la batalla estaba perdida. Nadie puede contra la autoridad
de una Madrina.
En su momento
me resultó molesto que esa personita, al hablar de ese modo, cuestione mi autoridad,
distraiga al resto del grupo y a la vez mantenga tenazmente su postura desde su
escasa estatura y con tanta firmeza. Inmediatamente me puse en el lugar de su
madrina. Qué orgullosa se sentiría de conocer lo que pasó. Decidí no insistir
en corregir el "error" de conceptos y continué mi recorrido por las
salas pensando que ya habrán otras visitas o espacios en la escuela donde
podrán "enmendarlo". Pensé que por suerte, en el futuro, estos niños de jardín
volverán repetidas veces al Museo, y entonces, con suerte, podremos seguir
trabajando sobre estos conocimientos que a cierta edad, y en ciertas
circunstancias tienen un status de “palabra santa” que ningún guía del Museo de
La Plata con alma se atrevería a contradecir.
Viendo este
hecho a la distancia, reconozco más allá de una anécdota simpática, un evento que concretamente desmorona la idea de Museos
estáticos, depositarios de objetos, portadores de la verdad y detentores de la
autoridad. Un solo comentario inocente, proveniente de otra fuente de
conocimiento y filtrado a través de las propias estructuras cognitivas logró
neutralizar al gigante, con una pedrada eficaz.
¿Existe un solo
modo de conocer? ¿Es ese modo más válido que el de los demás? ¿O es el modo
dominante, establecido históricamente a través de un método concreto,
sistemático? ¿Acaso no es necesaria una imaginación libre, fértil para generar
hipótesis científicas que luego serán contrastadas con los datos? ¿Qué pasa si
dejamos de cuestionarnos lo que es verdadero y lo que no? ¿Si creemos
ciegamente lo que la autoridad del momento nos impone? ¿Es necesario dejar en
claro quién gana en la disputa de la razón, o es más bien un ejercicio
sumamente enriquecedor que surjan otras explicaciones posibles, que hablen
otras voces, que permitan debatir el por qué sí y por qué no tomar una postura
concreta respecto a un tema?
En mi opinión,
la capacidad de contestar respetuosamente, de poner en duda, de considerar
otras opciones es un rasgo de inteligencia y de libertad que indica un ámbito
favorable para el cambio; lo contrario un estancamiento del pensamiento y de
las oportunidades. Si no hay cuestionamiento, todo se repite de memoria, nada
se relaciona con nada, no se escuchan otras voces, entonces ahí si, como se
dijo en otra reflexión emplumada anterior, podemos decir que vamos hacia un
museo aburrido, apolítico, un edificio, un depósito de objetos.
Cuando andando
por los pasillos y salas del museo veo un enano desafiando a un gigante, cuando
la inocencia le gana a la autoridad científica, entonces siento que vamos por
buen camino.
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