lunes, 10 de diciembre de 2012

La reflexividad propia que da la lluvia...


Soy antropóloga. Desde que comencé a estudiar esta carrera, con esas ideas absurdas de excavar homínidos en Africa, o de desenterrar la perdida Pompeya o dedicarme a la arquitectura ecosustentable en el medio de la Amazonía brasileira, mis intereses han madurado tanto como yo. Por esas idas y vueltas de los laboratorios del subsuelo del Museo de La Plata, entendí finalmente que lo que me apasionaba era la arqueología histórica. Ahora sabía que sería una antropóloga que se dedicara a excavar sitios antiguos, juntar cerámica y leer documentos en sepia. La indecisión estaba resuelta.  En esos recortes que te plantea la disciplina cada vez que te relacionas más y más con ella, mi tema de estudio sería la cerámica. Entonces, la duda que me surgió fue cómo hacer antropológia desde ahí? La pregunta, sin embargo, parecía ser las misma tanto para el pasado como para el presente. Acaso no me interesaban abordar relaciones sociales desde la materialidad y espacialidad de los objetos? No se trataba de comprender cómo las personas manipulaban el barro? Y eso en relación con qué? En relación con los contextos de aprendizaje de un/a alfarera/o con su familia, en la forma de expresar lo aprehendido a través de un objeto construido por las propias manos. ¿La forma de hacer  nace con uno? Más bien, todo lo contrario. Hacer, fabricar, “construir” implica elegir, perseverar, imprimir, elaborar, experimentar en un espacio determinado.
Y esa cerámica que llegó hasta mí convertida en pequeños fragmentos no era de un artesano. Era de muchos artesanos, de distintos orígenes, con distintas historias, distintos aprendizajes. Sus experiencias confluyeron, casi sin pensarlo, en una de las primeras ciudades fundadas en lo que hoy es nuestro país. Hoy entiendo que NO abordar ese contexto de convivencia sería tal vez el ERROR más importante de todos. Ese momento histórico, allá por el siglo XVI, se caracterizó por enfrentamientos, diferencias, extrañamientos, encomiendas. Es decir, en este lado del mundo, y luego del choque de varios barcos con un continente ya poblado, estaba configurándose lo que los pensadores en la actualidad llaman La Modernidad. Y en la lectura crítica de los documentos, pueden rastrearse, entre tantas otras cosas, las atrocidades producidas con una minoría sobre otra gran mayoría étnica y de la forma más naturalizada. Cómo no reparar en eso, entonces? Acaso estas situaciones, las que encuentran su origen en estos contactos, no se mencionan constantemente en medios independientes, cuando tanto oficiales como no oficiales hacen oídos sordos?  Hoy pienso en Rincón Bomba, en La primavera, Ledesma, los asesinatos del MOCASE, el joven humahuaqueño asesinado meses atrás porque gente ávida de tierras YA ocupadas, reclamaban sobre su lugar familiar-ancestral…
 Entonces, e insisto, no sucede algo que ya sucedía antes?  entender los procesos sociales del pasado, no nos permiten comprender la sociedad en la que vivimos hoy y desde ahí, obrar en consecuencia? Cuantas veces lees a diario “coloniaje, colonia, colonialismo”?
Si, a veces - no muchas a decir verdad- creo que soy afortunada. Pude acceder a una beca de investigación, la cual me permite trabajar y  cursar esos cursos caros que de otra manera no podría hacerlos. No me considero vendida por ello. Tengo perfectamente claro que esto es fugaz, como todo. No percibo sueldo sino “estipendio” y la mayoría del tiempo lo invierto en llenar formularios y burocracias, tan lentas como una tortuga (aunque la de Mafalda es mucho más graciosa…aunque a veces no tanto!).
Entendí también que la mejor manera de trabajar es aprendiendo. Y encontré en el uso del barro una canalización a muchas preguntas que de otra manera no podría responderme. Muchos han sido maestrxs en estos años, ya sean docentes, ya sean lxs compañerxs con los que comparto horas de talleres, mates y experiencias. Tal vez cuando la suerte académica se agote, me habrá quedado para mi un oficio que no se consigue en las aulas de las universidades.
Y cuando ese día llegué no seré más antropóloga? O, como esa especificidad propia de la atomización del que “hace ciencia”, no seré más arqueóloga?
Acaso que define a un antropólogo? Su inserción disciplinar en una estructura? Su lugar de “trabajo de campo”? no es ese la sociedad?.  Dejo de ser antropóloga cuando me pongo mi uniforme de guía de museo y salgo a recorrer las salas con los niños de escuelas primarias? O cuando me paro frente a un curso y enseño biología? De ninguna manera. Si algo nos queda del paso por las largas cursadas de la carrera es la forma de increpar al mundo, la forma de preguntar, de cuestionar, de indagar, y eso se lleva con uno en todo espacio que uno transite.  

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