sábado, 17 de noviembre de 2012


DESDE UN MUSEO DE OBJETOS HACIA UN MUSEO PARA VISITANTES*

lxs invitamos a leer e intercambiar ideas/opiniones/sugerencias/modificaciones, debatir, charlar, a partir de algunos de nuestrxs trabajos, como disparadores de reflexiones!!!!




Desde un Museo de objetos hacia un museo para visitantes
Magnin, Lucia*[1]
Martins, María Eugenia*[2]
 Scazzola, María Soledad*[3]
 Simioli, Julia*[4]


INTRODUCCION

Un museo no puede pensarse por fuera de otras narrativas sociales que lo atraviesan por lo que toda reflexión en torno a él debe realizarse teniendo en cuenta sus particularidades. Desde una mirada crítica, para poder entender a los museos, a sus exhibiciones y a sus modos de relación con el resto de la comunidad, es necesario situarlos históricamente en los diversos contextos sociopolíticos. En el caso del Museo de La Plata, la forma de construir sus exhibiciones, así como la manera de representar a su público, ha sufrido enormes cambios, producto de  los vaivenes sociales a lo largo de la historia.
Es así como, desde aquel museo típicamente decimonónico - en el que sus funciones sociales, como la educación y el estar abierto a un sector amplio de la sociedad, quedaban en la retórica y la propaganda, generando pocas acciones reales al respecto (Podgorny, 2005), hoy llegamos a un modelo de museo que sin dejar de reconocer la importancia de sus colecciones, no se centra ya en los objetos, sino que vira su mirada a la reflexión sobre sus visitantes y la manera en que se relaciona con ellos, o mejor dicho, los resignifica como el centro de las exhibiciones y su razón de ser[5]. Esto se debe, entre otras cosas, al cambio paradigmático en relación a la misión de los museos: de ser custodios y depositarios de objetos a ser herramientas primordiales de educación y construcción de ciudadanía. En las últimas décadas, se ha dado un paso más en este sentido: a partir del acercamiento de la museología y de diferentes disciplinas provenientes del campo de lo social, se plantea la necesidad de generar “museos inclusivos”, es decir, instituciones que incorporen, tanto en términos de accesibilidad como de representación dentro de sus exhibiciones, a grupos sociales, principalmente minoritarios, que no fueron contemplados anteriormente.
En este trabajo, nos proponemos reflexionar, desde nuestra experiencia como docentes del Servicio de Guías, sobre la manera en que estos procesos de cambio han impactado, tanto en la cotidianeidad de nuestro trabajo en la visita guiada, llevada a cabo en las salas del museo, así como en proyectos destinados a visitantes con necesidades especiales y que han llegado a exceder el marco del propio museo, interviniendo, además, otras instituciones.

1.    Un museo decimonónico
El Museo de La Plata fue inaugurado como tal en el año 1888[6], etapa en que los museos eran entendidos como depósitos de colecciones organizadas desde la lógica de las investigaciones de naturalistas. Su fundador Francisco Pascasio Moreno, hombre representativo de la llamada generación del ’80 y seguidor de las ideas de Darwin, desde el inicio buscó crear una institución acorde a los modelos políticos y económicos hegemónicos de la época, que veían en la ciencia y en Europa el modelo para erigir la propia patria. En este contexto, y en relación con el inicio del desarrollo científico argentino, prima en la idea originaria del museo así como en su representación edilicia, una concepción positivista de la ciencia que encuentra en el pensamiento moderno, basado en la primacía de la racionalidad, su razón de ser. Se trata de un edifico neoclásico, de importantes escalinatas y columnas que le dan un porte monumental y recuerdan la idea de un templo imponente y solemne. Esta característica edilicia, sigue siendo una impronta fundamental de la institución, así como un fuerte condicionante a la hora de montar las exhibiciones y de guiar las salas. La idea de “ordenar y clasificar” la naturaleza, proyectó un orden espacial particular, que, siguiendo los lineamientos de la teoría darwiniana, busca representar la “espiral de la evolución”[7]. Este guión histórico ha permanecido a través de las décadas hasta el presente, tratando de mantenerse como una marca propia e identitaria de la institución.
Las salas de aquel entonces, funcionando tanto con objetivos de exhibición como de depósito, se encontraban abarrotadas de objetos cuyos carteles sólo informaban el nombre del ejemplar, hecho que responde a la idea de un museo “de especialistas para especialistas”. Dice al respecto Mario Teruggi (1988:48): “El público de entonces vagaba por las salas (…) sin que se le explicara lo que veía, ni cual era la vinculación de los objetos entre sí ni cuál era su significado evolutivo. El niño y el adulto, por igual, quedaban admirados por la abundancia de lo expuesto,  índice de la riqueza de las colecciones, o por el gigantismo de algún monstruo prehistórico”. Incluso con numerosas remodelaciones en su haber, aún hoy algunos sectores recuerden a este museo primigenio.
            Desde el año 1906, el Museo de La Pata pasa a formar parte de la Universidad Nacional de La Plata, siendo específicamente una misma institución con la Facultad de Ciencias Naturales. Este hecho marca profundamente a la institución, desde la división de las salas de acuerdo a las disciplinas dictadas en la facultad hasta el importante carácter del Museo como centro de investigación científico universitario (Podgorny,1995; Teruggi, 1994; Reche, 2010).

2.    Los cambios en la exhibición y la relación con los visitantes
Los museos de fines del s. XIX, expresaban en sus discursos su interés por la educación pública. Por ejemplo, en el Museo de La Plata se realizaron algunas "propuestas de [lo que hoy llamamos] educación popular y divulgación científica" (García, 2001), pero no se escapó a la tendencia general de los museos de la época, ya que las declaraciones oficiales de directivos y publicistas no reflejaban la capacidad real de estos museos para cumplir las misiones  expresadas en esos discursos (Podgorny, 2005).
Durante las décadas de 1920 y 1930, y aun más luego de la Segunda Guerra Mundial, los museos modificaron notablemente sus formas de exhibición y la manera de pensar y establecer el vínculo con los visitantes. Los principales cambios atañen a reducir el número de piezas expuestas a fin de concentrar la atención del público, a la vez que comienza a darse una mayor preocupación por la manera en que las piezas son exhibidas (iluminación, colores, cartelería, dioramas, por ejemplo), acorde a la nueva forma en que se los concibe: en su dimensión educativa, dentro de los cánones de la época, es decir como una práctica tendiente a la homogeneización de la población y la creación de un imaginaria identidad unificada.
En el caso de nuestro museo, esto se logra a partir de la segunda mitad de la década del ’40, tratando de “ambientar” algunas vitrinas mediante la reproducción de hábitats (Teruggi, 1988: 71). Esta forma de exhibición, todavía encuentra su expresión en algunas zonas del museo, principalmente en vitrinas de zoología.
Un  momento crucial en el cambio de las exhibiciones puede marcarse a fines de la década del ´80, cuando comienzan a registrarse en las salas los indicios de trabajos focalizados en los  paradigmas de la “nueva museología”, consolidándose en nuestra institución a fines de la década del ’90 y principios del nuevo siglo, principalmente a través de la creación de la Unidad de Conservación  y Exhibición. En palabras de Reca y otros (2007:6) “Se rompe así con algunos preconceptos que básicamente le otorgaban a las exhibiciones el poder omnipotente de dar cuenta de una totalidad, y al visitante, la función lineal y pasiva de absorber esa totalidad. Esta apertura hacia el abanico de interpretaciones posibles elimina la lectura por parte del visitante de un relato unívoco. Las nuevas estrategias comunicativas promueven una actitud participativa en términos intelectuales, emocionales y lúdicos (…) Conscientes que las exhibiciones sólo muestran una forma posible de entender una porción de la realidad su finalidad es la de hacer del aprendizaje un proceso interactivo, más que la adquisición de información acabada. Para esto es necesario promover en el visitante protagonismo, interacción y espíritu crítico. Se reconoce así un cambio paradigmático en la conceptualización del proceso educativo, “de la memorización a la comprensión, de la incorporación de la información a la discriminación de mensajes, de la adquisición enciclopédica a la adquisición selectiva, del aprender al aprender a aprender” (Hopenhayn, 2002:299). Estas concepciones se plasman fuertemente en las ultimas remodelaciones de algunas de las salas del museo, que buscan interpelar a los visitantes a través de diferentes soportes perceptuales (sonidos, música, luces, videos, módulos interactivos, por ejemplo), apelando no solo a un plano cognitivo, sino también a su afectividad, considerándolos diferentes dimensiones de una misma experiencia de vivencia en el museo.
Un hecho de envergadura, que muestra este reposicionamiento  “de los objetos a los visitantes”, es la creación en el año 1986 del Servicio de Guías, conformado por graduados y estudiantes avanzados de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo[8]. A lo largo de estos veintiséis años de existencia se fue consolidando un equipo orientado a recibir a los visitantes en general, ajustándose a sus demandas e inquietudes. Durante este trayecto, se ha generado una profesionalización mayor de los guías (Aguallo et al. 2010), principalmente en cuanto a  su formación (entendida como su capacitación en contenidos y en cuestiones  pedagógicas y didácticas), en la reflexión y análisis de los modos de  estrechar la relación museo/comunidad (actividades que apunten a incluir y a recibir un público más amplio y diverso) y la designación oficial de cargos (González Dubox et al., 2011).
En el año 2007 se crea el Área Educativa y de Difusión Científica, del cual el Servicio de Guías pasa a formar parte, profundizando las prácticas y propuestas relacionadas con la dimensión educativa del Museo (Aguallo et al. 2010). De esta manera, se suman aun más miradas sobre un mismo objeto, en este caso, sobre la exhibición en su totalidad: el sistema discursivo del cual forman parte los objetos, pensado desde el armado de la exposición; las percepciones y elecciones –de temas, de objetos, de “posicionamiento”- del guía que lleva a cabo la visita; y sobre la dialéctica que se genera en el espacio común, sumando las percepciones y vivencias generadas en el otro- visitante de un museo.
Coincidimos con Teruggi (1988) cuando sostiene que aun hoy en día el Museo de La Plata es un conjunto cronológicamente heterogéneo de salas producto de diversas remodelaciones, las cuales plasman distintas formas de conceptualizar a la exhibición en relación a la comunidad, conviviendo actualmente una perceptible diversidad en las formas de contar. Esto tiene su correspondencia en los distintos momentos, distintos paradigmas con los que debemos jugar a lo largo de una visita.  Desde esta perspectiva, sería interesante pensar la exhibición como un discurso con varias intenciones, las que han ido cambiando en relación con la visión que se “crea” del interlocutor. Justamente aquí radica uno de nuestros mayores desafíos como guías, en la búsqueda de estrategias diversas y pertinentes.

3.    El museo hoy: la construcción de una perspectiva inclusiva e interdisciplinar
Por lo expuesto anteriormente, podemos decir que a lo largo del tiempo se ha dado un proceso de profesionalización y de creación de espacios de gestión concretos acordes a los nuevos enfoques museográficos aunados al cambio que se ha dado en la forma de concebir la educación formal que impone nuevas tareas y oportunidades a las instituciones museológicas (Navarro Rojas 2011). En nuestra experiencia, parte del proceso de profesionalización se evidencia en la reflexión sobre nuestra propia práctica, que,  en los últimos años se ha formalizado a través de presentaciones a congresos, jornadas y distintos eventos científicos. Trabajos previos (Aguallo et al. 2010, 2011; Magnin et al. 2010; Martins et al. 2009, 2010; Sarmiento y Scazzola 2011; Reche et al. 2010, entre otros), dan cuenta de un proceso de reflexión creciente sobre el rol del guía y sobre nuestros logros y dificultades. Estos trabajos, permiten una reapropiación y cuestionamiento crítico de la práctica. Por ejemplo, la realización de entrevistas formuladas por los guías a los propios compañeros como parte de uno de los trabajos citados, permitió expresar que en el desarrollo de algunas visitas se han generado tensiones e incomodidades entre los y las guías que llevaron a evitar la inclusión de una de las salas en los recorridos habituales (Magnin et al. 2010). En la sala Espejos Culturales, a través de la exhibición de objetos etnográficos, videos, imágenes, y otros recursos, se aborda la diversidad de pueblos que conviven en Argentina en particular y Sudamérica en general (Reca, 2010). En ella se articulan conceptos tales como identidad y pertenencia, que ponen en juego la propia adscripción étnica de los y las  visitantes, hecho complejo, ya que en palabras de R. Téllez-Giron López (2002:4) “normalmente las identidades son espacios de lucha de carácter social y cultural, ya que – de acuerdo con su carácter relacional- la capacidad y la forma de identificación van a depender de la posición de los actores sociales y los miembros de cualquier grupo en cuestión dentro de sistemas más amplios históricamente constituidos”. Asumir pertenencia a un grupo, por ejemplo de migrantes o descendientes de pueblos originarios de manera abierta, puede resultar incómodo si consideramos la historia de invisibilización que desde los sectores hegemónicos se ha construido. El surgimiento de esta problemática en el trabajo mencionado, nos llevó a organizar un seminario de capacitación interno a cargo de diversos especialistas que se extendió a lo largo de ocho encuentros presenciales e incluyó la presentación de un trabajo final. Los ejes desarrollados en este seminario (comunicación, disciplina antropológica y educación) permitieron comprender, desde la antropología, la reacción de evitación e incomodidad que sentimos en la práctica. A través de este caso vemos como se logró un proceso de recursividad entre reflexión, capacitación y profesionalización de la práctica. A su vez, como resultado de apropiación de nuevas categorías teóricas y de la puesta en común de nuestras experiencias, la capacitación nos permitió encontrar nuevas herramientas para construir formas alternativas de favorecer la visibilización de éstas identidades. De esta manera, desde nuestra práctica como docentes guías, apostamos a aportar elementos críticos que nos permitan repensarnos como sociedades multiculturales, cuestionando los estigmas, los prejuicios y los estereotipos socialmente construidos, expresados en la subestimación, distancia e idea de inferioridad en relación a ciertas identidades colectivas (Ibáñez Castelli et al. 2004). El reconocimiento de  la diversidad cultural a través de la visita funciona como un disparador para introducir el tema de la desigualdad social. Poner en juego esta dimensión nos permite romper con miradas ingenuas que explican la diversidad solo en  términos culturalistas. El reconocer la diversidad cultural y la desigualdad social como dimensiones presentes y vertebradoras de nuestra sociedad, nos permite avanzar en pos de la construcción de diálogos interculturales “…para ello es necesario intervenir y actuar en la conflictividad que implican necesariamente las relaciones sociales desiguales” (Zysman y Paulozzo 2007:11). Esta experiencia nos permite dar cuenta de una de las mayores preocupaciones que nos surgen como educadores de museos: el lograr una institución que sea cada vez más inclusiva.
Cuando hablamos de inclusión, siguiendo a Navarro Rojas (2011), pensamos en la posibilidad no sólo de que determinados colectivos de personas logren la accesibilidad al museo en términos de accesibilidad física, cognoscitiva como discursiva, sino también al acceso en la representación dentro de la exhibición de aquellos grupos que históricamente aparecen dentro del espacio social como minoritarios  (v.gr., pueblos originarios, afro descendientes, personas con algún tipo de discapacidad, etc.). La simple definición de accesibilidad no alcanza para  convertirlo en integrador y aun menos en inclusivo. Son necesarias tomas de posición, acciones concretas, trabajo en equipos multidisciplinarios para el diseño de instrumentos mediadores que acerquen la muestra y el contenido al visitante.  En el presente esto implica afrontar el desafío de convertirse en espacios de comunicación social, de mediación reflexiva, propiciando el diálogo entre culturas y entre diversos colectivos en un proceso de construcción de significados y entendimientos compartidos a partir del respeto a las diferencias y acordando procedimientos cooperativos que permitan neutralizar la tendencia a trabajar con un solo marco cultural. Hoy, esta nueva misión de los museos, como es definida por la “Museologia Crítica” es inédita y constituye  nuestro principal desafío de generar un museo integrador, inclusivo, construido participativamente (Caro y Kowalczuc 2010, (Navarro Rojas, 2011). Creemos que la vía de lograr el tipo de inclusión implica el necesario diálogo con los “otros” y siendo aquí donde los museos deben ser receptivos a los aportes que otras ciencias puedan dar a la museología, como la antropología y la sociología.
En palabras de Alderoqui (2011:45), “El museo, concebido como espacio de todos, es un lugar donde “aparecer” ante los otros, con un cuerpo, una dignidad, una historia; donde el relato insiste en igualar oportunidades, no excluir, tal como dice María de los Ángeles González (2006). Así el museo que asume incluir el relato de los otros en su propio relato, es un museo más accesible, ya que ofrece mayores posibilidades para el disfrute, el aprendizaje y la construcción de lo común o lo comunitario”. Tener en cuenta la voz de los y las visitantes, integrar las experiencias de estos, articular sus significados con los significados construidos por el museo, son desafíos para nuestros museos.

4.    Otras experiencias de trabajo: historia y desafíos
La vasta experiencia de trabajo del Servicio de Guías con los visitantes nos ha permitido diagnosticar necesidades y formar estrategias para abordar ciertas  temáticas de interés por parte de personas ciegas, sordas, hipoacúsicas o con dificultades motrices. Ejemplo de ello son los videos protagonizados por personas sordas que se encuentran al iniciar el recorrido de las dos últimas salas remodeladas (Espejos culturales en 2007, y Ser y pertenecer en 2009).
Quizá la experiencia de mayor envergadura sean las muestras temporarias para ciegos y disminuidos visuales que el Museo de la Plata realiza desde 1989, con el objetivo de que las personas no videntes tengan acceso a las piezas que conforman su acervo patrimonial. Esta actividad utiliza apoyaturas sensoriales como el tacto, olfato, gusto y audición para el reconocimiento y exploración, bajo la orientación de los y las docentes guías quienes, a su vez, organizan, diagraman y planifican la muestra, supervisada por el Área Educativa y de Difusión Científica de nuestra institución[9]. Cada año el trabajo se alterna entre la elección del tema, la realización de una investigación y un guión temático para capacitación de los y las guías, el pedido en préstamo de materiales preparados para ser exhibidos en las salas del museo y la preparación de otros materiales necesarios para la muestra, como material didáctico para tocar –maquetas, dioramas, etc-, audios, alimentos para degustar, entre otros. El fuerte de la muestra siempre está en los materiales que se piden en préstamos a las divisiones científicas del museo[10]. Conscientes de ello, y sabiendo que muchas personas, por diversos motivos –principalmente de transporte- no pueden acceder a la muestra, durante el año 2010, hemos trabajado en un proyecto de voluntariado universitario, que permite ampliar en el tiempo y el espacio la posibilidad de acceder a conocer, a través de los objetos, algunos de los temas tratados en las muestras anuales. En el marco de este proyecto, denominado “Los pueblos originarios a través de los sentidos. Talleres para no videntes y disminuidos visuales”, se confeccionaron valijas que circulan por diferentes instituciones de la  provincia de Buenos Aires, con materiales –mayormente artesanías que respetan las condiciones de fabricación y materias primas de los objetos originales-, audios y cuadernillos con información y propuestas de actividades para desarrollar en el ámbito de aulas o espacios fuera de ellas.
Es así que el vínculo generado a lo largo de los años favoreció un diálogo entre el museo y las instituciones que nuclean a personas no videntes y disminuidas visuales, lo cual posibilitó la construcción conjunta de estrategias didácticas y metodológicas de beneficio mutuo[11], que aun hoy requieren de una sistematicidad más profunda. Con ello nos referimos a dar un paso más, de vital importancia dentro de nuestra manera de entender el museo: incorporar la “voz” de esos “otros”, intentando desarticular la hegemonía de la vista en quienes planificamos la muestra. En tal sentido, insistimos en la importancia de tener presente que el modo en que trabajamos en los museos no es excluyente de como se ve a los ciegos en otros ámbitos educativos, y a los discapacitados en general. Ni “lo educativo” ni el museo pueden entenderse por fuera de otras tramas de significado socialmente vigentes. Nuestra propuesta es, a través de una perspectiva crítica que reconozca la alteridad y de cuenta de ella, aportar a la construcción de un museo  inclusivo que esté abierto a la diversidad (Ortiz, 1998).

5.    Consideraciones finales.
Las velocidades en las que se producen los cambios en las distintas esferas que conforman el Museo de La Plata no son las mismas. En lo que respecta a la institución y su estructura, cuyo acontecer, además, supera los 100 años de historia y formación, las distintas formas de expresar, y que tienen correspondencia con los distintos paradigmas museológicos adoptados, encuentran su materialidad en las formas de manejo del espacio, en la selección de objetos exhibibles tomados de un abanico tan amplio que desborda los depósitos vedados al público, en las contextualizaciones, escenarios y en el uso de los más diversos soportes.
El rol de la institución museística ha cambiado a lo largo de la historia. Sin dejar de ser una institución que resguarda, exhibe, e investiga a la materialidad que compone su acervo, en el museo de hoy es evidente otras preocupaciones. Coincidimos con Navarro Rojas en destacar que “… las instituciones museísticas tienen un gran potencial  para contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de todas las personas integrantes de su comunidad  si se decide a dejar de presentar historias patrióticas, desarrollos científicos desprovistos de su contexto y sus consecuencias y en su lugar se propone hacer explícito el conflicto y la exclusión presentes no sólo en los procesos internos del museo sino también de la sociedad” (Navarro Rojas 2011: 53).
 Es en este marco en donde el servicio de guías desarrolla sus actividades desde hace ya un cuarto de siglo, recibiendo una gran diversidad de público con intereses aún más diversos. No obstante, y haciendo uso de las herramientas que este espacio nos brinda, una cuestión que motiva de un tiempo a esta parte nuestro trabajo es respondernos a esta pregunta: ¿quiénes tienen acceso hoy al museo? y ¿a qué se debe que un sector de la comunidad no pueda acceder de forma igualitaria a este ámbito?. Es en esta dirección, y retomando la pregunta antropológica respecto de la igualdad en la diversidad y de la diversidad en la igualdad, que desde hace años se trabaja para generar distintas estrategias en pos de estrechar esa distancia poniendo el  énfasis en la exaltación de esa alteridad. A través de ámbitos como el voluntariado universitario y la muestra anual para ciegos y disminuidos visuales, la propuesta es acercar y, fundamentalmente, compartir y replicar el abordaje de temáticas que tienen estrecha vinculación con las vitrinas del museo pero en espacios diferentes.  Entendemos que además de ver -sentido que hasta el día de hoy prevalece en las salas del museo-,para construir conocimiento en conjunto, también es necesario vincularnos con distintos tipos de percepción, lo que implica tocar, oler, saborear, dialogar, discrepar, consensuar. Por lo tanto, es intención y objetivo de los mediadores-docentes-guías del Servicio de Guías del Museo de La Plata, profundizar el vínculo con las instituciones con las que se viene trabajando invitándolos a participar en las distintas instancias de trabajo y en donde las planificaciones reúnan las experiencias tanto de docentes como de alumnos/concurrentes/talleristas, capitalizando así las distintas percepciones y experiencias.

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[1] Servicio de Guías del Museo de la Plata. Lic. en Antropología.  servguias@fcnym.unlp.ed.ar

[2] Servicio de Guías del Museo de la Plata. Lic. en Antropología.  servguias@fcnym.unlp.ed.ar

[3] Servicio de Guías del Museo de la Plata. Estudiante avanzada de Lic.  en  Biología orientación Ecología. servguias@fcnym.unlp.ed.ar

[4]  Servicio de Guías del Museo de la Plata. Lic. en Antropología. servguias@fcnym.unlp.ed.ar

[5] Si entendemos a los objetos que conforman el acervo del museo como parte integral de un sistema discursivo (Tuler y Prada, … ), y cobrando significado en un contexto mucho más amplio que la propia institución, resulta evidente que eso se verá materializado en las distintas formas de contar a través de la exhibición.
[6] Vale aclarar que había nacido anteriormente (en 1877) bajo el nombre de Museo Antropológico y Arqueológico, funcionando en Capital Federal y que luego, al fundarse en 1882 la ciudad de La Plata, se construye el presente edificio especialmente para albergarlo. Esto se debe al pedido expreso de las autoridades provinciales, que desean hacer de la flamante capital de la Provincia de Buenos Aires, una ciudad universitaria y de altos estudios. 
[7] Mientras en la planta baja se encontraban las salas dedicadas a la geología, la paleontología, la zoología y la botánica –ordenadas de las formas más simples a las más complejas- en la parte superior se encontraban las salas de antropología.
[8] Que los guías sean miembros de la comunidad educativa de la facultad se debe a que ésta y el Museo constituyen una única institución, que a su vez depende de la Universidad Nacional de La Plata. los cargos de los guías corresponden a cargos docentes, siendo éstos ayudantes alumnos y ayudantes diplomados de las diferentes carreras (Antropología, Biología y Geología).
[9] Las temáticas abordadas en las mismas correspondieron a las áreas de biología, geología y antropología. Algunos de los talleres fueron " Entre redes y chamamé, navegando por el litoral" (2012), “Sinfonías de caracol” (2011), “Saboreando Rituales. Un recorrido por los Pueblos Originarios” (2010), “Verde, que te quiero verde. Plantas de la selva marginal, y alrededores” (2009), “Entre cantos y diagonales. Aves de la ciudad de La Plata” (2008), “Dime como son tus dientes y te diré quién eres. Dientes de mamíferos actuales y su dieta” (2007), “Un recorrido por la evolución humana” (2006), “Las Rocas que forman mi planeta” (2005), entre otros.
[10] Para más detalle ver Reche, et al. 2010 y Reche et al. en este mismo encuentro.
[11] Entre las instituciones que participaron de tales experiencias se encuentran la Biblioteca Braille, TIFLOS, ACSA, CILSA, y diferentes escuelas del partido de La Plata.

*Trabajo Presentado en el Congreso de Museos del Mercosur. Santa Fe, Argentina- Año 2012.

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