DESDE UN MUSEO DE OBJETOS HACIA UN MUSEO PARA VISITANTES*
lxs invitamos a leer e intercambiar ideas/opiniones/sugerencias/modificaciones, debatir, charlar, a partir de algunos de nuestrxs trabajos, como disparadores de reflexiones!!!!
Desde
un Museo de objetos hacia un museo para visitantes
Magnin, Lucia*[1]
Martins, María Eugenia*[2]
Scazzola, María Soledad*[3]
Simioli, Julia*[4]
INTRODUCCION
Un museo no puede pensarse
por fuera de otras narrativas sociales que lo atraviesan por lo que toda reflexión
en torno a él debe realizarse teniendo en cuenta sus particularidades. Desde
una mirada crítica, para poder entender a los museos, a sus exhibiciones y a
sus modos de relación con el resto de la comunidad, es necesario situarlos
históricamente en los diversos contextos sociopolíticos. En el caso del Museo
de La Plata , la
forma de construir sus exhibiciones, así como la manera de representar a su
público, ha sufrido enormes cambios, producto de los vaivenes sociales a lo largo de la
historia.
Es así como, desde aquel museo
típicamente decimonónico - en el que sus funciones sociales, como la educación
y el estar abierto a un sector amplio de la sociedad, quedaban en la retórica y
la propaganda, generando pocas acciones reales al respecto (Podgorny, 2005), hoy llegamos a un modelo de museo que sin dejar
de reconocer la importancia de sus colecciones, no se centra ya en los objetos,
sino que vira su mirada a la reflexión sobre sus visitantes y la manera en que
se relaciona con ellos, o mejor dicho, los resignifica como el centro de las
exhibiciones y su razón de ser[5].
Esto se debe, entre otras cosas, al cambio paradigmático en relación a la
misión de los museos: de ser custodios y depositarios de objetos a ser
herramientas primordiales de educación y construcción de ciudadanía. En las últimas
décadas, se ha dado un paso más en este sentido: a partir del acercamiento de
la museología y de diferentes disciplinas
provenientes del campo de lo social, se plantea la necesidad de generar “museos
inclusivos”, es decir, instituciones que incorporen,
tanto en términos de accesibilidad como de representación dentro de sus
exhibiciones, a grupos sociales, principalmente minoritarios, que no fueron
contemplados anteriormente.
En este trabajo, nos
proponemos reflexionar, desde nuestra experiencia como docentes del Servicio de
Guías, sobre la manera en que estos procesos de cambio han impactado, tanto en
la cotidianeidad de nuestro trabajo en la visita guiada,
llevada a cabo en las salas del museo, así como en proyectos destinados a visitantes
con necesidades especiales y que han llegado a exceder el marco del propio
museo, interviniendo, además, otras instituciones.
1.
Un museo decimonónico
El Museo de La Plata fue inaugurado como
tal en el año 1888[6],
etapa en que los museos eran entendidos como depósitos de colecciones
organizadas desde la lógica de las investigaciones de naturalistas. Su fundador
Francisco Pascasio Moreno, hombre representativo de la llamada generación del
’80 y seguidor de las ideas de Darwin, desde el inicio buscó crear una
institución acorde a los modelos políticos y económicos hegemónicos de la
época, que veían en la ciencia y en Europa el modelo para erigir la propia
patria. En este contexto, y en relación con el inicio del desarrollo científico
argentino, prima en la idea originaria del museo así como en su representación
edilicia, una concepción positivista de la
ciencia que encuentra en el pensamiento moderno, basado en la primacía de la
racionalidad, su razón de ser. Se trata de un edifico neoclásico, de
importantes escalinatas y columnas que le dan un porte monumental y recuerdan
la idea de un templo imponente y solemne. Esta característica edilicia, sigue
siendo una impronta fundamental de la institución, así como un fuerte
condicionante a la hora de montar las exhibiciones y de guiar las salas. La
idea de “ordenar y clasificar” la naturaleza, proyectó un orden espacial
particular, que, siguiendo los lineamientos de la teoría darwiniana, busca representar
la “espiral de la evolución”[7].
Este guión histórico ha permanecido a través de las décadas hasta el presente,
tratando de mantenerse como una marca propia e identitaria de la institución.
Las salas de aquel
entonces, funcionando tanto con objetivos de
exhibición como de depósito, se encontraban abarrotadas de objetos cuyos
carteles sólo informaban el nombre del ejemplar, hecho que responde a la idea
de un museo “de especialistas para especialistas”. Dice al respecto Mario
Teruggi (1988:48): “El público de entonces vagaba por las salas (…) sin que se
le explicara lo que veía, ni cual era la vinculación de los objetos entre sí ni
cuál era su significado evolutivo. El niño y el adulto, por igual, quedaban
admirados por la abundancia de lo expuesto,
índice de la riqueza de las colecciones, o por el gigantismo de algún
monstruo prehistórico”. Incluso con numerosas remodelaciones en su haber, aún hoy
algunos sectores recuerden a este museo primigenio.
Desde
el año 1906, el Museo de La Pata pasa a formar parte de la Universidad Nacional
de La Plata , siendo
específicamente una misma institución con la Facultad de Ciencias
Naturales. Este hecho marca profundamente a la institución, desde la división
de las salas de acuerdo a las disciplinas dictadas en la facultad hasta el
importante carácter del Museo como centro de investigación científico
universitario (Podgorny,1995; Teruggi, 1994; Reche, 2010).
2.
Los cambios en la exhibición y la
relación con los visitantes
Los museos de fines del s.
XIX, expresaban en sus discursos su interés por la educación pública. Por
ejemplo, en el Museo de La Plata
se realizaron algunas "propuestas de [lo que hoy llamamos] educación
popular y divulgación científica" (García, 2001), pero no se escapó a la
tendencia general de los museos de la época, ya que las declaraciones oficiales
de directivos y publicistas no reflejaban la capacidad real de estos museos
para cumplir las misiones expresadas en
esos discursos (Podgorny, 2005).
Durante las décadas de
1920 y 1930, y aun más luego de la Segunda Guerra Mundial, los museos modificaron
notablemente sus formas de exhibición y la manera de pensar y establecer el
vínculo con los visitantes. Los principales cambios atañen a reducir el número
de piezas expuestas a fin de concentrar la atención del público, a la vez que
comienza a darse una mayor preocupación por la manera en que las piezas son
exhibidas (iluminación, colores, cartelería, dioramas, por ejemplo), acorde a
la nueva forma en que se los concibe: en su dimensión educativa, dentro de los
cánones de la época, es decir como una práctica tendiente a la homogeneización
de la población y la creación de un imaginaria identidad unificada.
En el caso de nuestro
museo, esto se logra a partir de la segunda mitad de la década del ’40,
tratando de “ambientar” algunas vitrinas mediante la reproducción de hábitats
(Teruggi, 1988: 71). Esta forma de exhibición, todavía encuentra su expresión
en algunas zonas del museo, principalmente en vitrinas de zoología.
Un momento crucial en el cambio de las
exhibiciones puede marcarse a fines de la década del ´80, cuando comienzan a registrarse en las salas los indicios de trabajos focalizados en los
paradigmas de la “nueva museología”, consolidándose en nuestra
institución a fines de la década del ’90 y principios del nuevo siglo,
principalmente a través de la creación de la Unidad de Conservación y Exhibición. En palabras de Reca y otros (2007:6) “Se rompe así con algunos preconceptos
que básicamente le otorgaban a las exhibiciones el poder omnipotente de dar cuenta de una totalidad, y al visitante, la
función lineal y pasiva de absorber esa
totalidad. Esta apertura hacia el abanico de interpretaciones posibles elimina
la lectura por parte del visitante de un relato
unívoco. Las nuevas estrategias comunicativas promueven
una actitud participativa en términos intelectuales, emocionales y lúdicos (…)
Conscientes que las exhibiciones sólo muestran una forma posible de entender
una porción de la realidad su finalidad es la de hacer del aprendizaje un
proceso interactivo, más que la adquisición
de información acabada. Para esto es necesario promover en el visitante
protagonismo, interacción y espíritu crítico. Se reconoce así un cambio
paradigmático en la conceptualización del proceso educativo, “de la
memorización a la comprensión, de la incorporación de la información a la
discriminación de mensajes, de la adquisición enciclopédica a la adquisición
selectiva, del aprender al aprender a aprender” (Hopenhayn, 2002:299). Estas
concepciones se plasman fuertemente en las ultimas remodelaciones de algunas de
las salas del museo, que buscan interpelar a los visitantes a través de
diferentes soportes perceptuales (sonidos, música, luces, videos, módulos
interactivos, por ejemplo), apelando no solo a un plano cognitivo, sino también
a su afectividad, considerándolos diferentes dimensiones de una misma
experiencia de vivencia en el museo.
Un hecho de envergadura,
que muestra este reposicionamiento “de
los objetos a los visitantes”, es la creación en el año 1986 del Servicio de
Guías, conformado por graduados y estudiantes avanzados de la Facultad de
Ciencias Naturales y Museo[8]. A lo largo de estos veintiséis años
de existencia se fue consolidando un equipo orientado a recibir a los
visitantes en general, ajustándose a sus demandas e inquietudes. Durante este
trayecto, se ha generado una profesionalización mayor de los guías (Aguallo et al. 2010), principalmente en cuanto
a su formación (entendida como su
capacitación en contenidos y en cuestiones
pedagógicas y didácticas), en la reflexión y análisis de los modos
de estrechar la relación museo/comunidad
(actividades que apunten a incluir y a recibir un público más amplio y diverso)
y la designación oficial de cargos (González Dubox et al., 2011).
En el año
2007 se crea el Área Educativa y de Difusión Científica, del cual el Servicio
de Guías pasa a formar parte, profundizando las prácticas y propuestas
relacionadas con la dimensión educativa del Museo (Aguallo et al. 2010). De esta manera, se suman aun más
miradas sobre un mismo objeto, en este caso, sobre la exhibición en su
totalidad: el sistema discursivo del cual forman parte los objetos, pensado
desde el armado de la exposición; las percepciones y elecciones –de temas, de
objetos, de “posicionamiento”- del guía que lleva a cabo la visita; y sobre la
dialéctica que se genera en el espacio común, sumando las percepciones y
vivencias generadas en el otro- visitante de un museo.
Coincidimos
con Teruggi (1988) cuando sostiene que aun hoy en día el Museo de La Plata es
un conjunto cronológicamente heterogéneo de salas producto de diversas
remodelaciones, las cuales plasman distintas formas de conceptualizar a la
exhibición en relación a la comunidad, conviviendo actualmente una perceptible
diversidad en las formas de contar. Esto tiene su correspondencia en los
distintos momentos, distintos paradigmas con los que debemos jugar a lo largo
de una visita. Desde esta perspectiva,
sería interesante pensar la exhibición como un discurso con varias intenciones,
las que han ido cambiando en relación con la visión que se “crea” del interlocutor.
Justamente aquí radica uno de nuestros mayores desafíos como guías, en la
búsqueda de estrategias diversas y pertinentes.
3.
El museo hoy: la construcción de una
perspectiva inclusiva e interdisciplinar
Por lo expuesto
anteriormente, podemos decir que a lo largo del tiempo se ha dado un proceso de
profesionalización y de creación de espacios de gestión concretos acordes a los
nuevos enfoques museográficos aunados al cambio que se ha dado en la forma de
concebir la educación formal que impone nuevas tareas y oportunidades a las
instituciones museológicas (Navarro Rojas 2011). En nuestra experiencia, parte
del proceso de profesionalización se evidencia en la reflexión sobre nuestra
propia práctica, que, en los últimos
años se ha formalizado a través de presentaciones a congresos, jornadas y
distintos eventos científicos. Trabajos previos (Aguallo et al. 2010, 2011; Magnin et
al. 2010; Martins et al. 2009, 2010; Sarmiento y Scazzola 2011; Reche et al. 2010, entre otros), dan cuenta de
un proceso de reflexión creciente sobre el rol del guía y sobre nuestros logros
y dificultades. Estos trabajos, permiten una reapropiación y cuestionamiento
crítico de la práctica. Por ejemplo, la realización de entrevistas formuladas
por los guías a los propios compañeros como parte de uno de los trabajos
citados, permitió expresar que en el desarrollo de algunas visitas se han
generado tensiones e incomodidades entre los y las guías que llevaron a evitar
la inclusión de una de las salas en los recorridos habituales (Magnin et al. 2010). En la sala Espejos
Culturales, a través de la exhibición de objetos etnográficos, videos,
imágenes, y otros recursos, se aborda la diversidad de pueblos que conviven en
Argentina en particular y Sudamérica en general (Reca, 2010). En ella se
articulan conceptos tales como identidad y pertenencia, que ponen en juego la
propia adscripción étnica de los y las
visitantes, hecho complejo, ya que en palabras de R. Téllez-Giron López
(2002:4) “normalmente las identidades son espacios de lucha de carácter social
y cultural, ya que – de acuerdo con su carácter relacional- la capacidad y la
forma de identificación van a depender de la posición de los actores sociales y
los miembros de cualquier grupo en cuestión dentro de sistemas más amplios
históricamente constituidos”. Asumir pertenencia a un grupo, por ejemplo de
migrantes o descendientes de pueblos originarios de manera abierta, puede
resultar incómodo si consideramos la historia de invisibilización que desde los
sectores hegemónicos se ha construido. El surgimiento de esta problemática en
el trabajo mencionado, nos llevó a organizar un seminario de capacitación
interno a cargo de diversos especialistas que se extendió a lo largo de ocho
encuentros presenciales e incluyó la presentación de un trabajo final. Los ejes
desarrollados en este seminario (comunicación, disciplina antropológica y
educación) permitieron comprender, desde la antropología, la reacción de
evitación e incomodidad que sentimos en la práctica. A través de este caso
vemos como se logró un proceso de recursividad entre reflexión, capacitación y
profesionalización de la práctica. A su vez, como resultado de apropiación de
nuevas categorías teóricas y de la puesta en común de nuestras experiencias, la
capacitación nos permitió encontrar nuevas herramientas para construir formas
alternativas de favorecer la visibilización de éstas identidades. De esta
manera, desde nuestra práctica como docentes guías, apostamos a aportar
elementos críticos que nos permitan repensarnos como sociedades
multiculturales, cuestionando los estigmas, los prejuicios y los estereotipos
socialmente construidos, expresados en la subestimación, distancia e idea de
inferioridad en relación a ciertas identidades colectivas (Ibáñez Castelli et al. 2004). El reconocimiento de la diversidad cultural a través de la visita
funciona como un disparador para introducir el tema de la desigualdad social.
Poner en juego esta dimensión nos permite romper con miradas ingenuas que
explican la diversidad solo en términos
culturalistas. El reconocer la diversidad cultural y la desigualdad social como
dimensiones presentes y vertebradoras de nuestra sociedad, nos permite avanzar
en pos de la construcción de diálogos interculturales “…para ello es necesario
intervenir y actuar en la conflictividad que implican necesariamente las
relaciones sociales desiguales” (Zysman y Paulozzo 2007:11). Esta experiencia
nos permite dar cuenta de una de las mayores preocupaciones que nos surgen como
educadores de museos: el lograr una
institución que sea cada vez más inclusiva.
Cuando
hablamos de inclusión, siguiendo a Navarro Rojas (2011), pensamos en la
posibilidad no sólo de que determinados colectivos de personas logren la
accesibilidad al museo en términos de accesibilidad física, cognoscitiva como
discursiva, sino también al acceso en la representación dentro de la exhibición
de aquellos grupos que históricamente aparecen dentro del espacio social como
minoritarios (v.gr., pueblos
originarios, afro descendientes, personas con algún tipo de discapacidad,
etc.). La simple definición de accesibilidad
no alcanza para convertirlo en
integrador y aun menos en inclusivo. Son necesarias tomas de posición, acciones
concretas, trabajo en equipos multidisciplinarios para el diseño de
instrumentos mediadores que acerquen la muestra y el contenido al
visitante. En el presente esto implica
afrontar el desafío de convertirse en espacios de comunicación social, de
mediación reflexiva, propiciando el diálogo entre culturas y entre diversos
colectivos en un proceso de construcción de significados y entendimientos
compartidos a partir del respeto a las diferencias y acordando procedimientos
cooperativos que permitan neutralizar la tendencia a trabajar con un solo marco
cultural. Hoy, esta nueva misión de los museos, como es definida por la
“Museologia Crítica” es inédita y constituye
nuestro principal desafío de generar un museo integrador, inclusivo,
construido participativamente (Caro y Kowalczuc 2010, (Navarro Rojas, 2011). Creemos que la vía de lograr el tipo de inclusión
implica el necesario diálogo con los “otros” y siendo aquí donde los museos
deben ser receptivos a los aportes que otras ciencias puedan dar a la
museología, como la antropología y la sociología.
En palabras
de Alderoqui (2011:45), “El museo, concebido como espacio de todos, es un lugar
donde “aparecer” ante los otros, con un cuerpo, una dignidad, una historia;
donde el relato insiste en igualar oportunidades, no excluir, tal como dice
María de los Ángeles González (2006). Así el museo que asume incluir el relato
de los otros en su propio relato, es un museo más accesible, ya que ofrece
mayores posibilidades para el disfrute, el aprendizaje y la construcción de lo
común o lo comunitario”. Tener en cuenta la voz
de los y las visitantes, integrar las experiencias de estos, articular sus
significados con los significados construidos por el museo, son desafíos para
nuestros museos.
4.
Otras experiencias de trabajo:
historia y desafíos
La vasta experiencia de
trabajo del Servicio de Guías con los visitantes nos ha permitido diagnosticar
necesidades y formar estrategias para abordar ciertas temáticas de interés por parte de personas
ciegas, sordas, hipoacúsicas o con dificultades motrices. Ejemplo de ello son
los videos protagonizados por personas sordas que se encuentran al iniciar el
recorrido de las dos últimas salas remodeladas (Espejos culturales en 2007, y
Ser y pertenecer en 2009).
Quizá la experiencia de
mayor envergadura sean las muestras temporarias para ciegos y disminuidos
visuales que el Museo de la Plata realiza desde 1989, con el objetivo de que
las personas no videntes tengan acceso a las piezas que conforman su acervo
patrimonial. Esta actividad utiliza apoyaturas sensoriales como el tacto,
olfato, gusto y audición para el reconocimiento y exploración, bajo la
orientación de los y las docentes guías quienes, a su vez, organizan, diagraman
y planifican la muestra, supervisada por el Área Educativa y de Difusión
Científica de nuestra institución[9].
Cada año el trabajo se alterna entre la elección del tema, la realización de
una investigación y un guión temático para capacitación de los y las guías, el
pedido en préstamo de materiales preparados para ser exhibidos en las salas del
museo y la preparación de otros materiales necesarios para la muestra, como
material didáctico para tocar –maquetas, dioramas, etc-, audios, alimentos para
degustar, entre otros. El fuerte de la muestra siempre está en los materiales
que se piden en préstamos a las divisiones científicas del museo[10].
Conscientes de ello, y sabiendo que muchas personas, por diversos motivos
–principalmente de transporte- no pueden acceder a la muestra, durante el año
2010, hemos trabajado en un proyecto de voluntariado universitario, que permite
ampliar en el tiempo y el espacio la posibilidad de acceder a conocer, a través
de los objetos, algunos de los temas tratados en las muestras anuales. En el
marco de este proyecto, denominado “Los pueblos originarios a través de los
sentidos. Talleres para no videntes y disminuidos visuales”, se confeccionaron
valijas que circulan por diferentes instituciones de la provincia de Buenos Aires, con materiales
–mayormente artesanías que respetan las condiciones de fabricación y materias
primas de los objetos originales-, audios y cuadernillos con información y
propuestas de actividades para desarrollar en el ámbito de aulas o espacios
fuera de ellas.
Es así que
el vínculo generado a lo largo de los años favoreció un diálogo entre el museo
y las instituciones que nuclean a personas no videntes y disminuidas visuales,
lo cual posibilitó la construcción conjunta de estrategias didácticas y
metodológicas de beneficio mutuo[11],
que aun hoy requieren de una sistematicidad más profunda. Con ello nos
referimos a dar un paso más, de vital importancia dentro de nuestra manera de
entender el museo: incorporar la “voz” de esos “otros”, intentando desarticular
la hegemonía de la vista en quienes planificamos la muestra. En tal sentido,
insistimos en la importancia de tener presente que el modo en que trabajamos en
los museos no es excluyente de como se ve a los ciegos en otros ámbitos
educativos, y a los discapacitados en general. Ni “lo educativo” ni el museo
pueden entenderse por fuera de otras tramas de significado socialmente vigentes.
Nuestra propuesta es, a través de una perspectiva crítica que reconozca la
alteridad y de cuenta de ella, aportar a la construcción de un museo inclusivo que esté abierto a la diversidad
(Ortiz, 1998).
5.
Consideraciones finales.
Las velocidades en las que se producen
los cambios en las distintas esferas que conforman el Museo de La Plata no son
las mismas. En lo que respecta a la institución y su estructura, cuyo
acontecer, además, supera los 100 años de historia y formación, las distintas
formas de expresar, y que tienen correspondencia con los distintos paradigmas
museológicos adoptados, encuentran su materialidad en las formas de manejo del
espacio, en la selección de objetos exhibibles tomados de un abanico tan amplio
que desborda los depósitos vedados al público, en las contextualizaciones,
escenarios y en el uso de los más diversos soportes.
El rol de la institución museística ha
cambiado a lo largo de la historia. Sin dejar de ser una institución que
resguarda, exhibe, e investiga a la materialidad que compone su acervo, en el
museo de hoy es evidente otras preocupaciones. Coincidimos con Navarro Rojas en
destacar que “… las instituciones museísticas tienen un gran potencial para contribuir al mejoramiento de la calidad
de vida de todas las personas integrantes de su comunidad si se decide a dejar de presentar historias
patrióticas, desarrollos científicos desprovistos de su contexto y sus
consecuencias y en su lugar se propone hacer explícito el conflicto y la
exclusión presentes no sólo en los procesos internos del museo sino también de
la sociedad” (Navarro Rojas 2011: 53).
Es en este marco en donde el servicio de guías
desarrolla sus actividades desde hace ya un cuarto de siglo, recibiendo una
gran diversidad de público con intereses aún más diversos. No obstante, y
haciendo uso de las herramientas que este espacio nos brinda, una cuestión que
motiva de un tiempo a esta parte nuestro trabajo es respondernos a esta
pregunta: ¿quiénes tienen acceso hoy al museo? y ¿a qué se debe que un sector
de la comunidad no pueda acceder de forma igualitaria a este ámbito?. Es en
esta dirección, y retomando la pregunta antropológica respecto de la igualdad
en la diversidad y de la diversidad en la igualdad, que desde hace años se
trabaja para generar distintas estrategias en pos de estrechar esa distancia
poniendo el énfasis en la exaltación de
esa alteridad. A través de ámbitos como el voluntariado universitario y la
muestra anual para ciegos y disminuidos visuales, la propuesta es acercar y,
fundamentalmente, compartir y replicar el abordaje de temáticas que tienen
estrecha vinculación con las vitrinas del museo pero en espacios
diferentes. Entendemos que además de ver
-sentido que hasta el día de hoy prevalece en las salas del museo-,para
construir conocimiento en conjunto, también es necesario vincularnos con
distintos tipos de percepción, lo que implica tocar, oler, saborear, dialogar,
discrepar, consensuar. Por lo tanto, es intención y objetivo de los
mediadores-docentes-guías del Servicio de Guías del Museo de La Plata, profundizar
el vínculo con las instituciones con las que se viene trabajando invitándolos a participar en las distintas instancias
de trabajo y en donde las planificaciones reúnan las experiencias tanto de
docentes como de alumnos/concurrentes/talleristas, capitalizando así las
distintas percepciones y experiencias.
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pp. ISBN 978-987-657-711-3.
Tellez Girón-Lopez R. 2002. Antropología, identidades y
globalización. Elementos 44: 19-23
Teruggi, M. 1994. Museo de La Plata 1888-1988. Una centuria
de honra. 3a ed. La Plata, Argentina. Fundación Museo de La Plata
Francisco Pascasio Moreno.
Zysman A y Paulozzo M. 2007. Diseño Curricular para la Educación
Secundaria: Construcción de Ciudadanía: 1º a 3º año. 1a ed. Dirección General
de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, La Plata
[3]
Servicio de Guías del Museo de la Plata. Estudiante avanzada de Lic. en
Biología orientación Ecología. servguias@fcnym.unlp.ed.ar
[5]
Si entendemos a los objetos que conforman el acervo del museo como parte
integral de un sistema discursivo (Tuler y Prada, …
), y cobrando significado en un contexto mucho más amplio que la propia
institución, resulta evidente que eso se verá materializado en las distintas
formas de contar a través de la exhibición.
[6]
Vale aclarar que había nacido anteriormente (en 1877) bajo el nombre de Museo
Antropológico y Arqueológico, funcionando en Capital Federal y que luego, al
fundarse en 1882 la ciudad de La
Plata , se construye el presente edificio especialmente para
albergarlo. Esto se debe al pedido expreso de las autoridades provinciales, que
desean hacer de la flamante capital de la Provincia de Buenos Aires, una ciudad
universitaria y de altos estudios.
[7]
Mientras en la planta baja se encontraban las salas dedicadas a la geología, la
paleontología, la zoología y la botánica –ordenadas de las formas más simples a
las más complejas- en la parte superior se encontraban las salas de
antropología.
[8]
Que los guías sean miembros de la comunidad educativa de la facultad se debe a
que ésta y el Museo constituyen una única institución, que a su vez depende de
la Universidad Nacional de La Plata. los cargos de los guías corresponden a
cargos docentes, siendo éstos ayudantes alumnos y ayudantes diplomados de las
diferentes carreras (Antropología, Biología y Geología).
[9] Las temáticas abordadas en las mismas correspondieron
a las áreas de biología, geología y antropología. Algunos de los talleres
fueron " Entre redes y chamamé, navegando por el litoral" (2012),
“Sinfonías de caracol” (2011), “Saboreando Rituales. Un recorrido por los
Pueblos Originarios” (2010), “Verde, que te quiero verde. Plantas de la selva
marginal, y alrededores” (2009), “Entre cantos y diagonales. Aves de la ciudad
de La Plata” (2008), “Dime como son tus dientes y te diré quién eres. Dientes
de mamíferos actuales y su dieta” (2007), “Un recorrido por la evolución
humana” (2006), “Las Rocas que forman mi planeta” (2005), entre otros.
[10]
Para más detalle ver Reche, et al. 2010 y Reche et al. en este mismo encuentro.
[11] Entre las instituciones que
participaron de tales experiencias se encuentran la Biblioteca Braille, TIFLOS,
ACSA, CILSA, y diferentes escuelas del partido de La Plata.
*Trabajo Presentado en el Congreso de Museos del Mercosur. Santa Fe, Argentina- Año 2012.
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