domingo, 25 de noviembre de 2012

La Gaia Mama*

María Eugenia Martins

En el año 1979 James Lovelock publica una teoría famosa en la biología actual que propone pensar a nuestro planeta como un sistema autorregulable, vivo, donde los procesos que hacen posible su existencia se basan en los principios de la cooperación y no de la competencia. Incontables regulaciones constantes mantienen el equilibrio de la biosfera. Para regularse a sí misma, Gaia se basa en las formas vivientes interconectadas.

Desde hace milenios la cosmovisión americana, y particularmente la andina, entienden a la Tierra como una unidad integrada, total, donde todo lo viviente está interrelacionado, en conexión y convivencia. Este principio constituye el pilar que modela las relaciones de los grupos humanos con la naturaleza, que no es externa ni al grupo ni a la persona : por el contrario, ambos son parte integrante de ella. Estas nociones se traducen en la máxima sumak kawsay, expresión quechua que suele traducirse como "buen vivir", regla ética básica que rige tanto el vínculo de los humanos con la naturaleza como el de las personas entre sí.

Más allá de las semejanzas surgidas desde una lectura rápida, Pacha y Gaia devienen en una ética particular, ética que interpela al corazón mismo de la cosmovisión occidental hegemónica: el antropocentrismo. Tanto la cosmovisión andina como la propuesta de Lovelock dan cuenta de la no existencia de una cúspide, un centro, un mundo construido al servicio de los humanos. Nuestra especie es una más en este complejo sistema dinámico, cambiante.
Lo interesante es que estas propuestas no devienen en cuestiones extremas lindantes con lo absurdo del ambientalismo mas básico: si todos los seres tenemos el mismo estatus, entonces los humanos no podemos cazar, defendernos de plagas o incluso ni siquiera usar antibióticos  Esta simplificación extrema y ridiculizada no es lo que se plantea. Lo que se propone es  "dejar de ser el dominus por pasar a ser el frater"(*), lo cual implica un uso no abusivo, no cruento y no cruel de lo viviente, un uso consciente y medido, relacionado con la propia reproducción de la vida.

Los principios del sumak kwsay traducidos a términos jurídicos implican que no solamente los humanos somos personas sujetos de derechos, sino que la misma naturaleza lo es, tal como lo refieren las nuevas constituciones de Bolivia(2007) y Ecuador(2008). Este hecho, considero, representa la apertura de una nueva época en materia de discusiones de Derechos que, lejos de ir en su detrimento, amplia los ya existentes(me refiero a los Derechos Humanos usualmente llamados de Primera, Segunda y Tercera Generación).

La Pacha Mama y Gaia, con los cuidados de no reducir una a la otra, ni de simplificarlas desconociendo sus diferentes orígenes, reconociendo sus particularidades y las cosmovisiones que las sostienen, son diferentes modos de argumentar las relaciones entre lo humano y lo no humano.

No es casual que estos planteos surjan o cobren fuerza en épocas de capitalismo monopólico transnacional, no lo es. Y debemos estar atentos de sus devenires, pues ya sabemos de las múltiples veces que elementos de las culturas  subalternas son retomados, resignificados y apropiados por la cultura hegemónica, que los imbrica en su propia lógica.
En mi rol de antropóloga cabe preguntarme qué de esta disciplina caracterizada por trabajar en lo diverso y en las distintas maneras de ser y hacer en el mundo, puede colaborar a construir puentes entre Pacha y Gaia, entre cosmovisiones y prácticas. No es fácil construir diálogos cuando las diferencias no son solo cuestión de "cultura", sino que están marcadas a fuego por la desigualdad. Allí quizás radique el desafío y la riqueza de nuestra tarea.

A modo de provisorio cierre, quisiera compartir unas palabras:
"No es fácil para el humano escapar al narcisismo que lo conduce a la sujeción del dominus. La reconstrucción de la realidad sobre la base del mismo plano ni siquiera la ha logrado del todo en el reconocimiento entre humanos mismos. Se dio cuenta de que el objectum era muy parecido a él y declaró los derechos del hombre, pero no de todos los humanos, sino primero sólo de los hombres que tenía más cerca y que tenían su mismo color de piel, a regañadientes reconoció que eran humanos los que
tenían otro color de piel y estaban más lejos (aunque en voz baja muchos todavía lo niegan), más tardíamente reconoció el de las mujeres, que eran tan próximas a él que mantenía contacto epidérmico (aunque en buena parte del planeta sigan sometidas, lapidadas o mutiladas). Está muy lejos de reconocer pacíficamente que la Gaia de Lovelock es otro ente en paridad de plano, si aún no ha terminado de reconocer que lo son quienes comparten su especie –y aun su lecho- y si apenas ayer lo ha reconocido en algunos de ellos". (Zaffaroni, 2012:103).



*Reflexiones inspiradas en el libro de Eugenio Zaffaroni "La Pachamama y el humano", Ediciones Colihue, 2012.
(*) Zaffaroni, 2012:127.
link al libro completo: http://www.elcomahueonline.com.ar/wp-content/uploads/2012/03/La-Pachamama-y-el-humano.pdf

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